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El Hombre S(IN)Seguro

Por Diana Carrillo González

 

Lo estándares de nuestra cultura perpetúan la desgracia social de creer que una persona debe comportarse como hombre-opresor o mujer-oprimida, no como una persona libre y digna que vive sin binarios o esencialismos. En nuestra especie, algunas personas tenemos la osadía de cuestionar(nos) la injusticia. Por eso, luchamos por nuestra libertad y, así sea una dolorosa travesía, construimos creativamente nuestro cuerpo y espacios. Mientras tanto, los opresores masculinos saben que repensar su sitio implica perder el privilegio y temen las consecuencias detrás de tal sacrificio. Este ‘hombre’ no cuestiona su masculinidad: siente que se quedará sin un piso seguro sobre el cual mantener sus pies… considera que será un hombre s(in)seguro. Por ello, desecha cualquier oportunidad de dudar, (re)imaginarse y crearse distinto como lo hacemos los demás.


El ‘hombre s(in)seguro’ se estremece cuando una ‘mujer’ ejerce su libertad y lo confronta; se altera al no saber cómo controlar dicha fuerza, siente culpa por defraudar a su privilegio y teme las consecuencias endógenas y exógenas de permitirlo. Este ‘hombre’ particular no sabe cómo responder ante su inseguridad, culpa y temor. Nunca le enseñaron y teme descubrir o generar una transformación. De ahí que permitirá que sus demonios se apoderen de él y, sin reflexión de género alguna (porque no sabe qué es eso), responderá con rabia, odio, desprecio, silencio; o, en el mejor de los casos, condescendencia y/o paternalismo cubierto bajo el autoengaño de que protegen contra el daño. Con esto último se sentirán héroes y reforzarán su toxicidad: un veneno puro que, de ingerirlo (o creerlo), contaminará nuestra sangre, deteriorá nuestras células y ahogará nuestra libertad.


¿Le has dicho a este tipo de hombre que su comportamiento o palabra es violenta (machista) y reacciona con rabia o te lo niega diciendo “es tu posición, la respeto, ahora respeta la mía”? Como si la posverdad fuera válida, como si el machismo fuera una interpretación sesgada de la historia y no la violencia material que diariamente ejercen, como si dicha violencia debe tolerarse como libertad de expresión, como si nuestra verdad solo fuera una versión novelesca de la realidad y no la denuncia de la violencia.


Ese hombre s(in)seguro lo tienes al lado, al frente, a tu alrededor. Puede ser tu padre, tu hermano, tu amigo, con quien compartes. Este hombre específico necesita reafirmar su masculinidad contigo, necesita que legitimes y perpetúes la violencia que ejerce contra otra mujer, necesita que resucites su debilitada toxicidad, necesita que lo apruebes. Tú lo haces al escucharlo, solidarizarte, darle la razón o con tu silencio. Lo haces al creer oportuna esa violencia.


Este hombre siempre se comunicará desde su posición de dominio, por lo cual, sus palabras y acciones ya están manchadas de violencia. Así, si él realmente quiere transitar hacia la libertad debería cuestionar lo que dice; dudar de su certeza; aceptar que se comunica desde la carga cultural otorgada a su órgano sexual y no como una persona libre y digna; preguntarse si su temor, culpa o rabia no es más que un producto de su toxicidad; y hablar, actuar y decidir construyendo con la otra persona; nunca defendiendo, justificando o reafirmando con un tercero(a) su machismo. La certeza de no ejercer violencia solo pertenece al que no se sabe oprimido. Por eso, nunca presumas tu inocencia, pregúntanos directamente si es violencia y acepta sin reproches cuando te confirmemos que lo es: el dolor es nuestro, no tuyo.


Este hombre puede seguir monopolizando las decisiones, la palabra y las acciones… se sentirá bien con ello, ingenuamente pensará que hace lo correcto. Eso no le otorgará el don de la verdad o la definición de la ética, solo implica que reproduce violencias para que pueda mantener sus pies sobre el privilegio ¿cómo no sentir seguridad con tal poder? Sin embargo, ese poder destruye su libertad, y solo le genera miedo, culpa, dolor y una frágil seguridad: lo oprime y le impide ser.


Destruir ese piso es un deber, pero este hombre no destronará su privilegio, esa acción nos queda al resto. Destruyamos ese piso. Sabemos cómo crear sobre cuerpos y mentes, así que insistamos, siempre insistamos; y cuando él quiera dejar el privilegio que tanto lo oprime, solidaricémonos y ayudemos a liberar a la persona atrapada dentro de los hombres s(in)seguro.


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